La piel y otros pretextos


Publicado porJosé Homero el 5:53 p.m.

El Chino
Conformada por ochenta piezas, la serie La piel como pre-texto de Miguel Fematt, se expone en la Pinacoteca Diego Rivera hasta el 29 de septiembre. De esta muestra reciente del reconocido autor, Omar Gasca escribe: “La fotografía no es una cosa avalada por el edificio inalterable de la teoría: la toma es una especie de puente entre el deseo y la cosa deseada, un proceso de sublimación del deseo. Lo que documenta Fematt es, básicamente, su fantasía”.
Del 5 de agosto al 29 de septiembre la Pinacoteca Diego Rivera exhibe La piel como pre-texto, fotografías de Miguel Fematt, autor persistente cuya obra ha gustado, ofendido, incomodado, disgustado, desconcertado, inhibido y desinhibido desde que empezó, allá por los setenta, cuando cambió la escultura en madera por el arte de la cámara y la Academia de San Carlos por Fuente de Cervantes núm. 18, Tecamachalco, Estado de México, justo donde vivía y tenía su estudio la fotógrafa Daisy Ascher, fallecida en 2003, quien entonces, viva, claro, retrataba a Juan Rulfo, José Luis Cuevas, Roberto Carlos, Lyn May, Fernando Benítez y Tongolele, entre otros personajes.
Fematt logró impactar desde sus inicios. Estaba de moda el shocking y shockear o “chocar”: conmocionar, sacudir, golpear con la obra. Estos efectos los logró con sus “Vísceras”, una serie de fotografías a color de las entrañas de reses, cerdos, pollos o lo que fuera, abstraídas, disociadas, aisladas y filtradas de tal manera que adquirían tonos azulosos a modo de una especie de soft focus, ciertamente como si Hamilton hubiera cambiado a sus hermosas modelos por intestinos. Pasó lo mismo con sus carnes empacadas en Superama (Avenida de las Fuentes núm. 174, Lomas de Tecamachalco), capturadas en los refrigeradores del mismísimo supermercado, sin más. Desde luego, sus desnudos masculinos fueron facciosos o sediciosos –que es casi lo mismo– desde el principio, al punto que hicieron zozobrar a más de un funcionario de cultura o dieron pie para que éste ejerciera la censura (o lo intentara) a efecto de producir una subordinada satisfacción a la estrechez de ciertos espíritus. Lo propio sucedió con los retratos de jóvenes con perforaciones y tatuajes en un ámbito supuestamente letrado e inteligente. Algo parecido con “Espejo de la noche", sobre la muerte de su hermano Salvador, e “In the air”, un conjunto de imágenes inspirado en la letra de Laurie Anderson para la obra From the air, de su álbum de 1982 Big Science, donde Fematt encontró un humor convenientemente paralelo para referirse a la ausencia de gobierno inteligente en el mundo: “Good evening, this is your captain, we are about to attempt a crash landing…”. (¡No me digas! Parece una historia mexicana sexenal).
Para Lucian Freud esa sería una de las exigencias del arte: perturbar.  O séase: trastornar, revolver, trastocar el orden y el sosiego. Mover el tapete.
Pero falta añadir una dimensión más turbulenta al trabajo de este artista: Fematt no es fotógrafo. Es, en todo caso, un fotógrafo después de la fotografía, igual que como Arthur C. Danto se refiere al arte después del arte. No es fotógrafo de acuerdo con las maneras típicas que han sucumbido o permanecen tambaleantes y ambiguas ante los embates digitales. Coincide con Fontcuberta cuando éste dice que la fotografía describe mientras la posfotografía conceptualiza, y va también con la teoría estética de la fotografía de François Soulages acerca de lo irreversible y lo inacabable. La fotografía se ha diluido o por lo menos alterado sustancialmente en tanto aquello que la definía. Un día la foto fue memoria y verdad, documento visual que supuestamente representaba la realidad, preservando la imagen para el devenir. Hoy por hoy (ojo a Instagram, Facebook o Twitter, por ejemplo) el proceso de creación de imágenes hace que todo reconocimiento de su peculiaridad dependa del modo y contexto de uso.
Apartado de las voces “calificadas” que dictan los deberes de la técnica y los correctos sentidos de la estética, privilegiándolos y superponiéndolos a la narrativa, alejado de las ideas normalizadas y los sistemas de creencias que pasan por certezas exclusivas y excluyentes, a Fematt la fotografía, o como llegara a llamarse lo que él hace, le interesa como un proceso activo y coparticipativo entre el fotógrafo y lo fotografiado, ligados por el campo envolvente que constituye la experiencia, o sea la acción, el hecho. La fotografía no es una cosa avalada por el edificio inalterable de la teoría: la toma es una especie de puente entre el deseo y la cosa deseada, un proceso de sublimación del deseo. Lo que documenta Fematt es, básicamente, su fantasía.
Fematt ha desacralizado la fotografía desde hace tiempo y, junto, el desnudo masculino. Al inicio de las cuatro décadas que lleva haciéndolo las mentes eran otras, indudablemente muy capaces de predicar sin titubeos, en su restringida zona de seguridad, la extravagante idea de que el cuerpo sin ropa ofendía a las sensibles y cordiales conciencias. Por supuesto, Miguel Fematt exhibía entonces, más que desnudos, sus propias nociones, percepciones, sensaciones y conocimiento de causa, claro, acerca del cuerpo.
En La piel como pre-texto este autor muestra ahora ochenta piezas. ¿Por qué el desnudo? Allí Fematt encuentra respuestas pero, ante todo, los pretextos, las cosas antes que el texto, las cosas antes de la cosa, que serán matizadas, alteradas, afectadas por el contexto. La piel es pre-texto, es coartada, el afuera, pero asimismo antecedente como quiera vérsele del cuerpo, el adentro, o sea el texto, lo que de veras dice, aunque luego diga para no decir o para desdecirse. O para provocar y admitir lecturas diversas, multivalentes, apropiadas, a la medida, desde y para el espacio de lo inexplícito, esto es el lugar de los subtextos, del contenido de debajo, el que subyace.
Con, junto, al lado, sin o a pesar de sus tractores y detractores hay que reconocerle a Fematt, además, su labor aquí y allá como curador y difusor de la fotografía.  Y ese valor que se requiere para poner en claro qué se prefiere y vivir conforme a ello, poniendo fuera las imágenes que lo revelan.




Por Omar Gasca

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