La ciudad y la ruina


Publicado porJosé Homero el 5:19 p.m.





Bellísima cosa
                            —¡toda la ciudad en ruinas!
William Carlos Williams
Nada habla tanto de una sociedad y sus delirios como las ciudades. Elemento fascinante y proteico por naturaleza, la ciudad testimonia -en su irrevocable desgaste- las arrugas, fisuras y las señales del crepúsculo inscritas desde el origen en sus entrañas: la ciudad es el termómetro de su cultura.
Tiene años que diversos escritores, sofistas y otros científicos sociales vienen señalando la decadencia del sueño americano (desde las conocidas y hasta cansinas tesis de Noam Chomsky e Immanuel Wallerstein hasta los frescos análisis del pedagogo Peter McLaren, el revisionismo histórico de Howard Zinn y los sugestivos ensayos de Richard Sennett). Vistas las condiciones actuales del Imperio Americano, podríamos decir que no les ha faltado razón. Si bien su poderío militar sigue intacto -para muestra de su capricho basta el caso de Pakistán, por decir algo-, los Estados Unidos han dejado de ser percibidos como la potencia económica plenipotenciaria que garantiza el pleno desarrollo de sus intereses y vela por “la paz en el mundo”, hecho que se vio magnificado luego de la crisis de 2008. Desde esa fecha, China cobró un protagonismo que ya se dejaba sentir desde hace años y que demuestra que los horrores del capitalismo tardío han incubado con extraordinaria velocidad un monstruo asiático que ni los profetas más intrépidos pueden todavía dimensionar (si los chinos llegan a dominar al mundo, qué duda cabe, vamos a extrañar a los gringos). Puede que el Imperio ya no sea lo que era, pero aún se encuentra lejos de su último estertor. Todavía está por escribirse la épica del ocaso americano.
Empero, si aguzamos un poco la mirada, podremos darnos cuenta de una herida que susurra ya los ecos de la muerte: Detroit, el antiguo corazón motriz de la ciudad que albergó las casas matrices de Ford y General Motors, es desde hace décadas un territorio minado, a medio camino entre la ciudad fantasma y el paisaje apocalíptico.
En un ensayo extraordinario sobre la obra de William Carlos Williams, Octavio Paz comparaba a la sociedad mexicana y la americana a través de la sensibilidad que expresaban sus ciudades, pero sobre todo de lo que entrañaban sus ruinas. Paz sostenía que si en México la historia se enfrentaba a las vestigios del pasado, en Estados Unidos asistíamos a los desalmados escombros del futuro, desprovistos de toda significación profunda.
Actualmente el sudeste de Detroit está compuesto por praderas urbanas, es decir, por construcciones devoradas por la maleza, lo que ha ocasionado no sólo insólitos paisajes sino también un repoblamiento de la fauna local. Más de la mitad de la población de la ciudad ha emigrado -particularmente los blancos, fenómeno conocido como white flight- lo que ha empobrecido a la población restante, compuesta principalmente por negros. En 2005 se estrenó la película Detroit, the ruin of a city, donde se da cuenta del paulatino deterioro del hogar de Robocop. Son imágenes impactantes, como las que se miles que cuentan a lo largo y ancho de la red, en las que es posible maravillarse, espantados, con los edificios abandonados de una sociedad hemipléjica: ese majestuoso esplendor que habita en las ciudades arruinadas.
Sé que es aventurero y hasta precipitado ver en la decadencia de una ciudad un mensaje para la sociedad venidera. Es cierto. Tan cierto como que Roma tampoco fue destruida en un día y sin embargo sus escombros permanecen.





Por Rafael Toriz

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